Paterson pone sobre la mesa puntos muy interesantes de considerar. El primero de ellos es el brutal incremento que las enfermedades cardiovasculares han tenido, así como los contundentes resultados que demuestran que la obesidad es una causal importante de morbi-mortalidad cardíaca.
De la misma forma, el Gobernador nos recuerda que se instituyó hace tiempo -con éxito- un impuesto adicional al tabaco que, aunado a la prohibición de fumar en sitios públicos, ha comenzado a hacer descender la incidencia de tabaquismo, conjuntamente con los índices de cáncer de pulmón.
La propuesta en cuestión, habla de tasar con un impuesto especial [específicamente] a las bebidas endulzadas (refrescos o sodas), incluyendo aquellas que no contengan más de 70% de contenido de jugo de frutas y que no sean “dietéticas”. El dinero recabado pasaría a ser parte de un fondo para prevenir y tratar los problemas de la obesidad y el sobrepeso en el estado de Nueva York.
De primera intención, la propuesta parece muy lógica y loable y nos hace pensar, ¿Será posible instituir un impuesto semejante en México?
Demasiadas buenas intenciones pero…
No conozco a nadie que pudiera estar en contra de combatir de manera agresiva los factores de riesgo cardiovascular, o el cáncer o los accidentes o las quemaduras en los niños; sin embargo, antes de considerar establecer un impuesto”especial” hay muchos factores que se deben tomar en cuenta.
1) Los refrescos (sodas, o bebidas endulzadas) no son la única causa de obesidad. Existen muchos alimentos (“chatarra” y no “chatarra”) basados o endulzados con azúcares refinados que contribuyen ciertamente a un aporte de calorías que, de la mano de un estilo de vida sedentario, seguramente son causales de obesidad.
Una de las bases jurídicas de un impuesto, es que éste no debe de ser excluyente. El tasar de manera unilateral a las bebidas endulzadas, por el hecho de ser causantes de obesidad es discriminatorio. El imponer por ejemplo, una sobretasa al tabaco no lo es, ya que se aplica para todo e tabaco sin distinción. Si el impuesto a las bebidas se aplicara como medida arancelaria (o proteccionista) como se intentó en México hace poco, sería “legal” (absurdo por cierto… pero legal). Pero el que la base del impuesto sea un castigo por “generar obesidad” mientras que a otros alimentos que también la generan no se les tase, es injusto y discriminatorio.
2) Un impuesto que se aplica de manera regional, genera una carestía de ese producto o servicio a nivel regional (o local); así, la gente interesada en adquirir bebidas endulzadas lo único que debe de hacer es viajar fuera del estado de Nueva York ( y New Jersey está a 500 metros de distancia de Manhattan, que sería el mayor mercado) para comprarlas a menor precio.
A la larga, lo que se obtiene como consecuencia es castigar a quienes comercian con estas bebidas (incluyendo los restaurantes) y que no son culpables de la obesidad.
3) ¿Por qué específicamente las bebidas… y no los alimentos “chatarra”?
Es en este terreno donde el Gobernador Paterson pisa seguramente, terreno muy peligroso. Ante los siempre suspicaces ojos de la politizada sociedad Estadounidense, pudiera parecer -por lo menos- sospechoso que una propuesta impositiva se dirija exclusivamente hacia las bebidas, pasando por alto algo tan obvio como los alimentos “charatarra” y si bien, Paterson afirma en su escrito que “… además de un sobreprecio a los refrescos, deben eliminarse [los alimentos "chatarra" ] de las escuelas…” no es posible pasara por alto que el mayor castigo va dirigido a la industria refresquera.
Conociendo la capacidad de la maquinaria política en EEUU, esta propuesta seguramente será criticada y atacada por adversarios políticos y grupos de industriales con pesados lobbyists que buscarán bloquear semejante resolución.
¿Qué pasa en México?
En México nos enfrenamos a uno de los problemas de obesidad más serios del mundo. Se calcula que ya cerca del 40% de la población mexicana padece en alguna medida sobrepeso u obesidad.
Hace cerca de tres años, se pretendió aplicar un impuesto especial a las bebidas… siempre y cuando estuvieran fabricadas con endulcorantes, como una manera (absurda pero legal) de proteger a los fabricantes de azúcar en México, la cual es -por cierto- más cara que el endulcorante. La intención nunca fue proteger a la Sociedad de la obesidad.
Algunos grupos ciudadanos, han buscado comenzar a aplicar correctivos a través de tratos y convenios de compromiso con empresas fabricantes de alimentos “charatarra”, para que -de alguna manera- eviten comercializar sus productos dentro de las escuelas. Estos mismos grupos han propuesto el retirar las máquinas expendedoras de refrescos para que solamente los alumnos tengan acceso a agua “inclusive de bebederos”.
Algunas propuestas incluyen el ofrecer a través de los mismos fabricantes, alternativas “más sanas” que poco a poco vayan formando un hábito de consumo en los niños.
Sin embrago, el implementar estas medidas no es fácil. Existen muchos intereses en juego (dicho de la manera más positiva, por cierto) de parte de los fabricantes y de las cooperativas escolares. Nadie quiere dejar de vender productos exitosos.
El “educar” a un consumidor y formarle el hábito hacia un producto o una marca lleva tiempo. En el mejor de los escenarios, los productos más saludables que se llegaran a lanzar al mercado a cambio de los “chatarra” seguramente tardarían de cinco a diez años en formar una base de clientes y de recomendación que les devolviera a los fabricantes las ganancias perdidas por la falta de ventas de las primeras alternativas.
Debemos tomar en cuenta además, que el culpar solamente a las golosinas escolares y los refrescos de la obesidad en México es sólo ver la mitad del problema. Existe toda una muy ambiciosa labor de educación en hábitos higiénico dietéticos que debe llevarse a cabo.
Una sociedad que no practica una actividad física o deporte de manera regular y disciplinada, tiene bastante en su contra cuando hablamos de obesidad y frente a ello, los programas de “Educación Física” de las escuelas en México son básicamente un mal chiste.
En México estamos afortunadamente muy lejos de proponer un impuesto especial a los refrescos (o alimentos “chatarra”) como medida anti-obesidad; sin embargo no podemos cegarnos ante el problema grabe de sobrepeso y morbimortalidad cardiovascular que ya existe.
Se deben de tomar medidas que sean lógicas y que resuelvan (amén de prevenir) el problema.
Estas medidas deberán incluir rigurosas campañas de cambios de hábitos y estilo de vida, incluyendo mayor actividad física como una cultura y una nueva concepción de la nutrición. Solamente así podremos combatir una epidemia que cada vez cobra más víctimas.
No se requiere un impuesto. Se requiere una cultura